lunes, 20 de diciembre de 2004

Nicanor Parra -Es olvido-

Es olvido

Juro que no recuerdo ni su nombre,
Mas moriré llamándola María,
No por simple capricho de poeta:
Por su aspecto de plaza de provincia.
¡Tiempos aquellos!, yo un espantapájaros,
Ella una joven pálida y sombría.
Al volver una tarde del Liceo
Supe de la su muerte inmerecida,
Nueva que me causó tal desengaño
Que derramé una lágrima al oírla.
Una lágrima, sí, ¡quién lo creyera!
Y eso que soy persona de energía.
Si he de conceder crédito a lo dicho
Por la gente que trajo la noticia
Debo creer, sin vacilar un punto,
Que murió con mi nombre en las pupilas,
Hecho que me sorprende, porque nunca
Fue para mí otra cosa que una amiga.
Nunca tuve con ella más que simples
Relaciones de estricta cortesía,
Nada más que palabras y palabras
Y una que otra mención de golondrinas.
La conocí en mi pueblo (de mi pueblo
Sólo queda un puñado de cenizas),
Pero jamás vi en ella otro destino
Que el de una joven triste y pensativa.
Tanto fue así que hasta llegué a tratarla
Con el celeste nombre de María,
Circunstancia que prueba claramente
La exactitud central de mi doctrina.
Puede ser que una vez la haya besado,
¡Quién es el que no besa a sus amigas!
Pero tened presente que lo hice
Sin darme cuenta bien de lo que hacía.
No negaré, eso sí, que me gustaba
Su inmaterial y vaga compañía
Que era como el espíritu sereno
Que a las flores domésticas anima.
Yo no puedo ocultar de ningún modo
La importancia que tuvo su sonrisa
Ni desvirtuar el favorable influjo
Que hasta en las mismas piedras ejercía.
Agreguemos, aun, que de la noche
Fueron sus ojos fuente fidedigna.
Mas, a pesar de todo, es necesario
Que comprendan que yo no la quería
Sino con ese vago sentimiento
Con que a un pariente enfermo se designa.
Sin embargo sucede, sin embargo,
Lo que a esta fecha aún me maravilla,
Ese inaudito y singular ejemplo
De morir con mi nombre en las pupilas,
Ella, múltiple rosa inmaculada,
Ella que era una lámpara legítima.
Tiene razón, mucha razón, la gente
Que se pasa quejando noche y día
De que el mundo traidor en que vivimos
Vale menos que rueda detenida:
Mucho más honorable es una tumba,
Vale más una hoja enmohecida,
Nada es verdad, aquí nada perdura,
Ni el color del cristal con que se mira.
Hoy es un día azul de primavera,
Creo que moriré de poesía,
De esa famosa joven melancólica
No recuerdo ni el nombre que tenía.
Sólo sé que pasó por este mundo
Como una paloma fugitiva:
La olvidé sin quererlo, lentamente,
Como todas las cosas de la vida.


All forgotten

I swear I no longer remember her name,
but I know what to call her: Maria
not just to sound like a poet; to bring
back that town, with its one dusty plaza.
Those were the days, all right. I was a gawky kid;
she was a pale, somber girl,
One day, when I came home from school, I found out
she had died, through no fault of her own,
a story that hit me so hard when I heard it
a tear trickled out of my eye.
A tear !...out of me, and I've always been
known as a fairly unflappable guy.
If I'm going to accept the story as true
the way that they told it that day;
then there's something I'll have to believe:
she died with my name in her eyes,
which is baffling, because we were never that close;
she was only a sociable friend.
We were friends at a certain safe distance,
in a certain conventional tone:
talk about weather, arid trying to predict
when the swallows would make their way home.
I knew tier in my little town (in that town
now reduced to a handful of ashes)
but I grasped she was never to be any more
than she was: just a sad, wistful girl.
I could see it so sharply I gave her
the heavenly name of Maria:
my personal system of seeing the world
always goes straight to the truth.
Maybe I kissed her just that one time,
but only a kiss between friends
so off-handed and spur of the moment
it could never have meant anything.
I cannot deny that I liked
being with her; her vague, gentle self
was like the unthreatening aura
that blooms out of flowerpots.
I cannot make less of the depth
that her smile could take in and hold
or disparage the soothing effect
she could work on the very stones.
One thing more to confess: her eyes
gave a faithful account of the night.
I admit these things, trusting you still
see my point: that I did not love her
except with that fuzzy compassion
we might feel for an invalid aunt.
But yet, it did happen. But yet,
what astonishes me to this day,
that amazing and troubling thing happened:
she died with my name in her eyes.
That girl, that immaculate multiple rose,
that girl, who could generate light.
They are right, now I know it, those people
whose lives are one endless complaint
how this jerry-built world that we live in
is worth less than a broken-down crate.
More honor is shoveled down into the grave
more worth lies in a rusty old nail.
Nothing is true, nothing lasts; not even
the trouble you go to to see it.
Today is a brilliant blue day in spring
I think I will die from all this poetry.
And my fine mealancholy young girl-
I can't even remember her name.
All I know is, she passed through this world
like a random dove fluttering by.
I forgot her, not meaning to, slowly,
like everything else in this life.

Translated by Naomi Lindstrom

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