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Poemas en Inglés es un blog que pretende acercar poemas de lengua inglesa al castellano |
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"Por principio, toda traducción es buena. En cualquier caso, pasa con ellas lo que con las mujeres: de alguna manera son necesarias, aunque no todas son perfectas" Augusto Monterroso -La palabra mágica-
"Es imposible traducir la poesía. ¿Acaso se puede traducir la música?" Voltaire
"Translating poetry is like making jewelry. Every word counts, and each sparkles with so many facets. Translating prose is like sculpting: get the shape and the lines right, then polish the seams later." James Nolan
"La traducción destroza el espíritu del idioma" Federico García Lorca |
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Nicanor Parra -La trampa- |
lunes, 20 de diciembre de 2004 |
La trampa Por aquel tiempo yo rehuía las escenas demasiado misteriosas. Como los enfermos del estómago que evitan las comidas pesadas Prefería quedarme en casa dilucidando algunas cuestiones Referentes a la reproducción de las arañas, Con cuyo objeto me recluía en el jardín Y no aparecía en público hasta avanzadas horas de la noche; O también en mangas de camisa, en actitud desafiante, Solía lanzar iracundas miradas a la luna Procurando evitar esos pensamientos atrabiliarios Que se pegan como pólipos al alma humana. En la soledad poseía un dominio absoluto sobre mí mismo, Iba de un lado a otro con plena conciencia de mis actos O me tendía entre las tablas de la bodega A soñar, a idear mecanismos, a resolver pequeños problemas de emergencia. Aquellos eran los momentos en que ponía en práctica mi célebre método onírico, Que consiste en violentarse a sí mismo y soñar lo que se desea, En promover escenas preparadas de antemano con participación del más allá. De este modo lograba obtener informaciones preciosas Referentes a una serie de dudas que aquejan al ser: Viajes al extranjero, confusiones eróticas, complejos religiosos. Pero todas las precauciones eran pocas Puesto que por razones difíciles de precisar Comenzaba a deslizarme automáticamente por una especie de plano inclinado, Como un globo que se desinfla mi alma perdía altura, El instinto de conservación dejaba de funcionar Y privado de mis prejuicios más esenciales Caía fatalmente en la trampa del teléfono Que como un abismo atrae a los objetos que lo rodean Y con manos trémulas marcaba ese número maldito Que aún suelo repetir automáticamente mientras duermo. De incertidumbre y de miseria eran aquellos segundos Es que yo, como un esqueleto de pie delante de esa mesa del infierno Cubierta de una cretona amarilla, Esperaba una respuesta desde el otro extremo del mundo, La otra mitad de mi ser prisionera en un hoyo. Esos ruidos entrecortados del teléfono Producían en mí el efecto de las máquinas perforadoras de los dentistas, Se incrustaban en mi alma como agujas lanzadas desde lo alto Hasta que, llegado el momento preciso, Comenzaba a transpirar y a tartamudear febrilmente. Mi lengua parecida a un beefsteak de ternera Se interponía entre mi ser y mi interlocutora Como esas cortinas negras que nos separan de los muertos. Yo no deseaba sostener esas conversaciones demasiado íntimas Que, sin embargo, yo mismo provocaba en forma torpe Con mi voz anhelante, cargada de electricidad. Sentirme llamado por mi nombre de pila En ese tono de familiaridad forzada Me producía malestares difusos, Perturbaciones locales de angustia que yo procuraba conjurar A través de un método rápido de preguntas y respuestas Creando en ella un estado de efervescencia pseudoerótico Que a la postre venía a repercutir en mí mismo Bajo la forma de incipientes erecciones y de una sensación de fracaso. Entonces me reía a la fuerza cayendo después en un estado de postración mental. Aquellas charlas absurdas se prolongaban algunas horas Hasta que la dueña de la pensión aparecía detrás del biombo Interrumpiendo bruscamente aquel idilio estúpido, Aquellas contorsiones de postulante al cielo Y aquellas catástrofes tan deprimentes para mi espíritu Que no terminaban completamente con colgar el teléfono Ya que, por lo general, quedábamos comprometidos A vernos al día siguiente en una fuente de soda O en la puerta de una iglesia de cuyo nombre no quiero acordarme.
The trap
During that time I kept out of circumstances that were too full of mystery. As people with stomach ailments avoid heavy meals, I preferred to stay at home inquiring into certain questions Concerning the propagation of spiders, To which end I would shut myself up in the garden And not show myself in public until late at night; Or else, in shirt sleeves, defiant, I would hurl angry glances at the moon, Trying to get rid of those bilious fancies That cling like polyps to the human soul. When I was alone I was completely self-possessed, I went back and forth fully conscious of my actions Or I would stretch out among the planks of the cellar And dream, think up ways and means, resolve little emergency problems. It was at that moment that I put into practice my famous method for interpreting dreams Which consists in doing violence to oneself and then imagining what one would like, Conjuring up scenes that I had worked out beforehand with the help of powers from other worlds. In this manner I was able to obtain priceless information Concerning a string of anxieties that afflict our being: Foreign travel, erotic disorders, religious complexes. But all precautions were inadequate, Because, for reasons hard to set forth I began sliding automatically down a sort of inclined plane. My soul lost altitude like a punctured balloon, The instinct of self-preservation stopped functioning And, deprived of my most essential prejudices, I fell unavoidably into the telephone trap Which sucks in everything around it, like a vacuum, And with trembling hands I dialed that accursed number Which even now I repeat automatically in my sleep. Uncertainty and misery filled the seconds that followed, While I, like a skeleton standing before that table from hell Covered with yellow cretonne, Waited for an answer from the other end of the world, The other half of my being, imprisoned in a pit. Those intermittent telephone noises Worked on me like a dentist's drill, They sank into my soul like needles shot from the sky Until, when the moment itself arrived I started to sweat and to stammer feverishly, My tongue like a veal steak Obtruded between my being and her who was listening, Like those black curtains that separate us from the dead. I never wanted to conduct those overintimate conversations Which I myself provoked, just the same, in my stupid way, My voice thick with desire, and electrically charged. Hearing myself called by my first name In that tone of forced familiarity Filled me with a vague discomfort, With anguished localized disturbances which I contrived to keep in check With a hurried system of questions and answers Which roused in her a state of pseudoerotic effervescence That eventually affected me as well With incipient erections and a feeling of doom. Then I'd make myself laugh and as a result fall into a state of mental prostration. These ridiculous little chats went on for hours Until the lady who ran the pension appeared behind the screen Brusquely breaking off our stupid idyll. Those contortions of a petitioner at the gates of heaven And those catastrophes which so wore down my spirit Did not stop altogether when I hung up For usually we had agreed To meet next day in a soda fountain Or at the door of a church whose name I prefer to forget. Translated by W.S. MerwinEtiquetas: Nicanor Parra |
posted by Bishop @ 15:40 |
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